Alberto Herrera y la historia detrás del último tango en Nueva York

Alberto y Marisa Herrera son los padres de Marisita y de Paloma . Alberto es abogado; Marisa, profesora de Letras. Lo que antes se hubiera dicho una familia tipo (¿tipo qué?), aunque bastante atípica a decir verdad, cuyas hijas no precisan demasiada presentación. La mayor, destacada especialista en Derecho de Familia , progresista, se barajaba para un cargo importante en el Ejecutivo a comienzos de este gobierno. La menor, gran figura de carrera internacional, actualmente dirige el Ballet Estable del Teatro Colón y logró ser popular en un arte en el que no es nada fácil ser popular. Pero lo más insólito (inesperado pareciera ser la palabra clave) es que esta es la historia de un hombre, de un ser político que, al filo de sus 80 años, hace su debut como escritor con una novela, No quiero morir en Nueva York , que no tiene nada que ver y que definitivamente tiene todo que ver con estas tres mujeres que marcaron su vida.

La infancia en la panadería de los abuelos, el inicio de la primaria en 1948 en una escuela donde era el único varón, el secundario en el Liceo y, desde entonces, su unánime cualidad de alumno ejemplar, también en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, todo, todo, sale ahora a relucir cuando se tira un poco de la punta del ovillo. Alberto Herrera habla y abre corchetes y llaves, cierra paréntesis y guiones, adentro de cada idea. Aporta anécdotas insospechadas, como aquella de cuando fue jurado en el programa de televisión Grandes valores del tango o la noche en Manhattan que, por pura labia, terminaron sentados en la mesa de Woody Allen para ver a Woody Allen y su banda de jazz, pero no se detiene a reírse cuando las cuenta, porque está ocupado en eso, en contar. «Tiene algo de narrador oral», dice de él un nuevo amigo y principal cómplice de su arribo como autor a las librerías, el escritor Eduardo Álvarez Tuñón. Es cierto.

Continuar leyendo

Fuente original: Diario La Nación

Más artículos