Scholem Aleijem
A 150 años de su nacimiento y a más de 90 de su muerte, Sholem Aleijem es alguien que está más vivo que nunca. Testigo inteligente y afectuosamente irónico de la vida y los personajes de los pueblitos judíos de Europa Oriental de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, esos pueblitos y esos personajes, borrados por el paso del tiempo y sus tremendas desdichas, en las páginas de sus libros siguen andando, hablando, lamentando las injusticias y riendo con una envidiable vitalidad.
Llamándose Sholem Rabinovich había nacido en 1859 en un pueblito de Ucrania, Pereiaslav, pero pasó su infancia en un pueblito vecino, Voronka, cuyas características inmortalizó con ternura en su mítica Kasrílevke, la de los judíos pobres y alegres, la de las pequeñas personitas con pequeñas ambiciones. Comenzó escribiendo en ruso y en hebreo, pero la fuerza de la lengua que se respiraba en su Kasrílevke se le impuso y el ídish fue el idioma de su vida y de su obra. Para entonces ya había adoptado su seudónimo que no era otra cosa que el saludo que intercambiaba la gente al encontrarse: Sholem Aleijem.