Cuando la voz del narrador es más importante que la épica de la historia

En “Paredes de aire”, el autor argentino reúne cinco cuentos escritos a lo largo de tres décadas que suceden en una portería, una trinchera, un pueblo inundado, un crucero y una aldea tibetana, con relatos más inclinados al soliloquio que a la crónica.

Como lector, me formé mayormente consumiendo narrativa breve (Poe, ante todo, y su vasto linaje de sucesores), y pese a que escribo cuentos desde mi adolescencia, hasta ahora solo he publicado ensayo y poesía. La razón de tamaña demora es bastante comprensible: pienso al cuento como una subserie cerrada y en progreso continuo, que presenta problemas técnicos concretos y supone desafíos formales (muy en línea con tanto que ha dicho Piglia al respecto), y semejante vértigo, ese absurdo nivel de exigencia de alcance histórico basta para amedrentar a cualquiera…

En Paredes de aire (el título está tomado de una novella de Pavese, como lo declara el epígrafe), reuní cinco relatos compuestos a lo largo de tres décadas. Por supuesto que los reelaboré y homogeneicé –por decirlo feamente– hasta dotarlos de una identidad más o menos común, pero me gusta pensar que cada uno expresa a quien los escribió oportunamente. Uno data de mi juventud y constituye, a su manera, un homenaje a mi abuelo paterno, veterano de la Primera Guerra Mundial; está claro de cuál se trata y el lector lo reconocerá con facilidad.

Continuar leyendo

Fuente original: Infobae

Más artículos