El poeta anacrónico

Me gustan las historias de Eduardo Alvarez Tuñón porque se pueden contar, porque no son ‘posmodernas’ ni aspiran a vanguardias vanas, y llevan signos de puntuación.

Tengo una curiosa historia con Alvarez Tuñón. Hace algunos años yo solía comentar libros para nuestro blog La lectora provisoria. Cada vez que publicaba una reseña literaria, había una lectora que la comentaba y terminaba indefectiblemente diciendo cosas como: “Usted tendría que leer a Eduardo Alvarez Tuñón. Es nuestro mejor escritor.” Yo no los conocía ni a él ni a ella y, por supuesto, sospechaba que la lectora, que afirmaba ser una maestra jubilada, era un familiar del escritor, cuando no el escritor en persona. Aunque el prejuicio me impedía leer a AT, lo largo de los años, fui comprando alguno de sus libros y otros me llegaron de parte de la editorial. Hace unos meses, nos encontramos de casualidad por la calle y tuvimos una breve conversación. Tiempo después, me llegó El tropiezo del tiempo, su flamante libro de relatos. Es el tercero, pero EAT también tiene cuatro novelas y varios volúmenes de poesía.

Y un día me puse a leerlo. Descubrí un escritor al que se puede calificar de influido por Borges, lo que no quiere decir nada y también, gracias a las contratapas, que uno de sus libros fue premiado por un jurado que integraba Guillermo Cabrera Infante, quien lo elogió (y acaso condenó) en estos términos: “En Latinoamérica, no abundan los escritores con ironía poética. No me extraña que haya nacido en la Argentina. Me gustan sus historias porque se pueden contar, porque no son ‘posmodernas’ ni aspiran a vanguardias vanas, y están escritas con signos de puntuación, en castellano, mi idioma, nuestro idioma”.

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Fuente original: La Agenda Buenos Aires

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