El psicópata con poder está en su salsa. Su natural narcisismo le devuelve una y otra vez una imagen embellecida que justifica, en todo, su accionar; no hay resquicio, en su mente, para el error propio. Sin error no hay arrepentimiento y sin arrepentimiento no hay corrección del rumbo, sino persistencia. Su obrar psicopático se ajusta a sus códigos propios y lo hace impermeable e intolerante a las críticas. El que lo critica no es un adversario, sino un enemigo. El líder no psicópata adversario del psicópata, en cambio, es una persona que dirige personas y basa su poder en el consenso, en la discusión. Al no saber que se opone a un psicópata trata de elaborar sus estrategias basadas en un error: la empatía, “si yo estuviese en su lugar…”. El psicópata no piensa como él, no es empático. Es un depredador voraz e impiadoso.
Espero contar con un lector que se atreva a lo nuevo, que se despoje de prejuicios e ideologías, que no confunda distinguir con discriminar, y que me acompañe en este apasionante laberinto de desmesuras que conforman la mente del psicópata (Hugo Marietan).