Maestros, profesores y padres, todos aquellos que se interesan por la educación sienten nostalgia por un pasado concebido como edad dorada en la cual todos leían y escribían, ninguno tenía dificultades para vincularse con la cultura escrita, los chicos llegaban alfabetizados a la escuela, ser docente no sólo era una forma de ascender socialmente sino también un trabajo donde no era necesario inventar, constantemente, nuevos modos de enseñar porque los chicos aprendían como sin querer.
¿Cuánto hay de cierto en estas afirmaciones? ¿Todos –inmigrantes, obreros, artesanos, albañiles– tenían las oportunidades para acceder a los mismos saberes? ¿Los alumnos aprendían sin darse cuenta? ¿Los profesores y maestros no reflexionaban sobre sus prácticas? ¿Los docentes no necesitaban probar nuevos modos de enseñar?
El presente libro intenta dar respuesta a estos interrogantes a través de la historización de la enseñanza de la lengua y la literatura. Para reconstruir las prácticas de lectura y escritura se indagan diversas fuentes históricas escritas, orales e icónicas, que develan la multiplicidad de dimensiones que se ponen en juego en la experiencia de enseñar y aprender.