“Tal vez aún creas que para quererme tienes que darme la razón contra mamá, como si fuera necesario elegir entre las dos. En ese caso, mi querido papá, de ningún modo quiero ser motivo de perturbación y tristeza para ti. Te querré como antes y te comprenderé muy bien si prefieres no verme más. Pero yo no puedo –no por orgullo sino por deber y ternura real– aceptar el nefasto papel que te daría gusto –que se parecía al de un médico que abandona a un enfermo a su mal, cuando un suero le daría una última posibilidad, por muy frágil que sea, de curarlo.”
La correspondencia entre Henry Marette y su hija se inicia en 1914, cuando la pequeña Françoise apenas contaba con seis años. Este vínculo epistolar entre padre e hija se mantiene a lo largo de años difíciles: la muerte de Jacqueline –la hermana mayor–, la depresión de la madre, el fracaso de los primeros noviazgos… En estas cartas puede hallarse el sello inconfundible de la fuerza vital de Françoise. Françoise Dolto (1908-1988), pediatra y psicoanalista francesa, ganó celebridad por sus descubrimientos en el terreno del psicoanálisis de niños. Participó, asimismo, junto con Jacques Lacan de la creación de la Escuela Freudiana de París.